Caballos más rápidos

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Fotografía por Neirfy / Shutterstock

Por Iván Babic, Startups developer / Marketing Strategist / SpeakerHenry

Ford solía decir que si le hubiera preguntado a la gente qué quería, hubieran dicho que caballos más rápidos. Muchas veces he escuchado esa frase cuando alguien se justifica en su afán de no creer en encuestas ni estudios de mercado.

Que si la gente no sabe lo que quiere y otros etcéteras. Pero leyendo entre líneas, desde una perspectiva histórica e incluso antropológica, la humanidad siempre ha querido desplazarse más rápido. Desde que necesitamos ir, o llevar algo, de un lugar A a un lugar B, cualquier avance tecnológico que lo hiciese más rápido, y a la vez más conveniente, seguro y cómodo, ha sido inmediatamente aceptado y adoptado por las mayorías. Entonces, leyendo entre líneas –naturaleza humana– siempre hemos querido mejorar aspectos en nuestras vidas y que nos faciliten las cosas.

La industria automotriz, como muchas otras, está sufriendo una transformación exponencial. Comenzando con el inevitable giro hacia los vehículos eléctricos y el inminente fin de la era de los combustibles fósiles. Una ecosensibilidad cada vez más patente en los consumidores a utilizar tecnologías amigables con el medio ambiente hace que este cambio sea inevitable. Pero existen tendencias aún más disruptivas que esta que prometen revolucionar la industria del transporte urbano e interurbano, y cambiar nuestras vidas para siempre.

Los vehículos autónomos
Si nos volvieran a formular la misma pregunta, un siglo después, tal vez muchos responderíamos que queremos un vehículo, más rápido y eficiente, y con chofer de ser posible. Y todo parece indicar que en efecto será posible dentro de poco. Los avances en la inteligencia artificial, los sensores electrónicos, el procesamiento de datos y la interconectividad han creado una tecnología que hasta hace poco pertenecía a la ciencia ficción: los vehículos autónomos. Algo mejor que un chofer, una máquina que nos llevará a nuestro destino, sin necesidad de intervención humana.

Sean coches, camiones, transporte público o privado, todos se van a ver afectados por esta innovación exponencial en el mundo automotriz. Las estadísticas son esperanzadoras, y los primeros resultados aún más: menores índices de accidentes, mayor eficiencia en el uso de recursos, tiempo y combustibles, menor contaminación, entre otros. Máquinas al servicio del ser humano, cuando este lo necesita, ni más ni menos.

The revolution of the on demand
Comprar un auto siempre ha sido una mala inversión, a menos que pensaras ganarte a vida con ello. Llegar a tu oficina y tener tu coche autónomo aparcado 8 o 10 horas mientras trabajas no tendrá sentido. Seguro lo pondrás a disposición de redes de servicios de transporte como Uber, Cabify o Yaxi. Si lo estás pagando a plazos tal vez hasta se pagará solo e incluso te deje algunas ganancias.

Del otro lado de la ecuación estamos los usuarios, adoptando con gran rapidez estas plataformas. Algunos de nosotros preferimos no tener coche. Cuando necesitamos desplazarnos de un lugar a otro, preferimos que otro nos lleve, disfrutar del paisaje o ir trabajando en el camino. Sabemos  que tenemos opciones eficientes, ecológicas, económicas, de primera calidad y siempre al alcance de nuestra mano. Si sumamos estos elementos tenemos un panorama esperanzador, un nuevo tipo de ciudad diseñada para la calidad de vida de nosotros sus habitantes, y no para sus coches.

Las nuevas ciudades
Es fácil y agradable vislumbrar el futuro de las ciudades de esta manera. Lugares silenciosos y seguros donde cada minuto se puede aprovechar al máximo, donde llegar de un lugar a otro no sea una odisea sino una experiencia agradable, o por lo menos rutinaria, sin contratiempos. Ciudades que dedican más recursos a espacios públicos, plazas y parques, y menos a calles, avenidas, autopistas y segundos pisos. Donde no hay siquiera horas pico, o esos picos son cada vez más bajos, al punto de no saturar nuestras vías de transportación.

El futuro de la industria automotriz está estrechamente vinculado con el futuro de la educación, el comercio y el trabajo. A final de cuentas, la mayoría de nuestros desplazamientos urbanos diarios son para ir al trabajo, llevar a los niños al colegio o ir de compras o al súper. En un mundo regido por la  eficiencia del Internet y el big data, estas necesidades se cubren cada vez más y mejor sin tener siquiera que salir de casa. La Ley de Moore no predice cuándo nos alcanzará este futuro, pero sí nos dice que cada vez será más rápido. Mejor estar preparados, el cielo es el límite.

¿El cielo es el límite?
Se podría pensar que en una sociedad así, nuestras ciudades estarán plagadas también por drones autónomos de transporte unipersonal, para aquellos que puedan pagarlos. En Dubai ya puedes tomar uno de estos por unos cuantos dólares con autonomía de hasta 30 minutos de vuelo, excelente opción si vas retrasado a una junta o al aeropuerto. El cielo parece el límite, pero no lo es. El límite... es político.

Cada avance de la tecnología conlleva pros y contras. La habitual resistencia al cambio se justifica en las partes negativas de la ecuación. Los coches eléctricos son muy silenciosos: los peatones y ciclistas están más propensos a ser atropellados pues no los escuchan. Si un coche autónomo atropella a alguien ¿de quién es la culpa? ¿Del programador? ¿Del fabricante? ¿Del dueño? ¿Del peatón? Si nadie conduce esos coches, ¿qué pasará con todos esos choferes de taxis y camiones? ¿Dónde conseguirán empleo? Y si ya nadie comprará coches propios, ¿qué pasará con las ventas de coches? ¿Y las fábricas y sus empleados y obreros? Son preguntas que aparentemente no atañen a la tecnología, sino al ámbito legal y económico de los países. ¿Estarán los gobiernos en capacidad de prever, o al menos reaccionar a tiempo a todos estos cambios?

Políticos y corporaciones deben entender algo: estos avances son inevitables. Las sociedades los desean. Cada uno de ellos suma a nuestra calidad de vida, mejora aspectos, resuelve problemas, por ello su popularización es obvia y predecible. En una sociedad cada vez más democrática, nuestro rol como consumidores y ciudadanos es cada vez más participativo y protagónico. Este tipo de soluciones a problemas cotidianos tan básicos como nuestro transporte, son aceptadas en la medida que lo hacen mejor que lo que teníamos antes. No son caballos más rápidos, cierto es, pero desde una perspectiva humana, el insight es claro: nos aportan valor, ergo, llegaron para quedarse.

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