Voluntad Anticipada: cómo un Derecho Humano se transforma en un acto de amor a la vida
El 10 de diciembre se conmemora el Día de los Derechos Humanos, una fecha que nos invita a reflexionar sobre las libertades y garantías inherentes a nuestra condición de seres humanos.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos, proclamada en 1948, estableció el derecho a la dignidad y la libertad como pilares fundamentales de nuestras vidas. Entre estos derechos, la autonomía y el respeto a nuestras decisiones sobre la vida y la muerte encuentran una expresión concreta en la Ley de Voluntad Anticipada (LVA).
A pesar de los avances en derechos humanos, en México persiste una falta de cultura sobre la previsión en temas relacionados con el final de la vida. Según la encuesta del Centro de Opinión Pública de la UVM, el 50% de las personas desconoce la existencia de la voluntad anticipada como derecho, y solo el 11% tiene un conocimiento claro al respecto.
Este panorama es consistente con una investigación realizada por la Universidad Autónoma del Estado de México, cuyos resultados revelan que el 95.3% de los participantes desconoce qué es la voluntad anticipada y el 98.8% ignora la existencia de la legislación correspondiente.
Hacia una cultura de prevención: un legado de dignidad y empatía Por esta razón es crucial distinguir entre la voluntad anticipada y la eutanasia, ya que son conceptos profundamente distintos que a menudo se confunden.
La LVA permite a las personas planificar los cuidados médicos paliativos que recibirán en caso de enfrentar una enfermedad terminal. Este documento, que se tramita de manera legal y formal ante Notario Público, asegura que los pacientes puedan rechazar tratamientos invasivos que prolonguen su vida de manera artificial, priorizando su dignidad y calidad de vida.
Mientras que la eutanasia implica la intervención activa para acelerar la muerte de una persona —práctica no permitida en México—, la Voluntad Anticipada regula la ortotanasia, es decir, el acompañamiento hacia una muerte natural sin medidas desproporcionadas.
Este derecho está vinculado a los cuidados paliativos, que buscan aliviar el sufrimiento físico y emocional, respetando los valores y deseos del paciente.En este contexto, la concepción de la muerte digna se convierte en un punto central del debate.
Reconocer el derecho de las personas a decidir sobre los cuidados y tratamientos al final de su vida no solo honra su autonomía, sino que también refleja una comprensión profunda del valor intrínseco de la vida y el respeto por su proceso natural.
La muerte, en su esencia, está inextricablemente ligada a la manera en que entendemos y protegemos la vida misma, y cualquier decisión en torno a ella debe estar fundamentada en un marco ético que priorice la dignidad y los derechos humanos.