Ver lo que nadie más se atreve a observar
En conversación con Vanessa Hernández Vega V-P de la Asociación Mexicana de Filmadoras AMFI, la directiva recordó a algunas de las mujeres que han inspirado su actuar: “Diana Vega, mi madre, fue mi primer referente femenino. Su tenacidad, su esfuerzo y sus ideas siempre me han inspirado. Ella heredó una cantina cuando yo era pequeña. Recuerdo que me recogía en la escuela y me llevaba con ella. Mientras trabajaba, yo hacía la tarea sobre cartones de cerveza. Y me iba asomando a husmear lo que pasaba en el lugar. Recuerdo mucha energía masculina, había mucho ruido. Yo la veía caminar de un lado a otro, sin parar, con el ceño fruncido. Cuando llegábamos a casa, mi madre lloraba a escondidas. Yo no entendía, ni le decía nada. Al día siguiente, ella estaba entera. Lista para un día más.”
“Cuando yo tenía unos 20 años, me contó una idea que en aquél entonces sonaba muy transgresora: hacer pasteles eróticos, con formas de penes y vaginas. A ella le avergonzaba el haberlo dicho en voz alta. Y yo admiré su valentía por hacerlo. Lo curioso es que hoy, pasado el tiempo, esa idea suena familiar. Pero cuando a ella se le ocurrió, era algo muy provocador. Y eso fue un ejemplo para mí: el no limitar mi capacidad de generar ideas por extrañas que parezcan. Esa idea de negocio no fue la única. Mi madre no paraba, siempre generaba ideas, yo la escuchaba atenta.
“Ella, desde su humildad, no cree el haber sido una fuente de inspiración para mí. Porque simplemente hacía las cosas con naturalidad, sin querer ser ejemplo de nada. Pero lo fue. Ella me mostró el camino de la pasión por lo que una hace. De ver las cosas desde el lugar más extraño, desde donde puedes innovar y hacer un cambio.
“Luego apareció en mi vida otro referente femenino: mi maestra de yoga, Malena. Siempre traía los pies sucios porque estaba descalza todo el día. Ese pequeño detalle me causaba admiración. Para mí representaba la importancia de conectar con la tierra, pisando con la piel, andando sin zapatos. Ella fue clave para lo que podría llamar mi “despertar espiritual”. Comenzar a conectar con cosas esenciales a las que no prestaba la debida atención: respirar, sentir mi cuerpo, comer sano y despacio, agradecer.
“Y por supuesto mis referentes a nivel profesional. Mujeres fuertes y seguras que encontré al entrar en el mundo de la publicidad: Ana Claudia, Katya, Gaby, Ceci, Flor y Lissy. Muy diferentes entre sí, cada una despertó en mí una parte importante. Pura inspiración para avanzar y nunca desistir.
“Si tuviera que nombrar a alguna escritora, esa sería George Sand. Y como cineastas, Doris Dorrie y Chantal Akerman. En todas ellas, veo eso que me enseñó, sin querer, mi madre: ver las cosas desde el lugar más extraño. Desde allí donde nadie más se atreve a observar.
Vanessa explicó que al iniciar joven su carrera fue un obstáculo para ella: “luego, el seguir pareciendo más joven de lo que en realidad era. Pero ahora me doy cuenta que el hecho de ser mujer, también supuso una dificultad a la hora de que los demás me tomaran en serio.
“Fueron años de un ambiente laboral adverso y hostil. Pero hacía como mi madre: llegaba a casa, lloraba, y al día siguiente, como nueva. Esa dinámica, día a día, se prolongó durante años. Y el hecho de no rendirme, hace que pueda mirar atrás hasta con orgullo”
La V-P comenta que asimilar la vida y la muerte como parte de un mismo proceso es algo que reconoce como un mérito: “Asimilar que la vida y la muerte vienen pegaditas, algo nace y otra cosa acaba. Y la historia que me regaló ese aprendizaje, fue la de una pequeña ardilla recién nacida que me encontré.
“Por ser la más débil de la camada, la desecharon del nido. Cuando la recogí estaba muy enferma. Compensé su debilidad con mi esfuerzo. Salvarla parecía imposible y se convirtió en mi gran objetivo de vida. Por esas mismas fechas, mientras lograba que la ardilla reviviera, un proyecto importante que construí por años, comenzaba a morir. Por eso para mí, la ardilla representó el cambio de ciclo.
“El empeño que desarrollé para lograr salvarla, ha sido lo mejor que me ha pasado. Hasta ese momento consideraba mi mayor logro el haber sido pilar en la construcción de una de las mejores casas productoras del país. Y la ardilla apareció para que mi escala de valores vitales, se equilibrara.
“Ese logro concreto, particular y tangible, me ha hecho centrar mi visión y mi actitud ante la vida. Ha sido una experiencia de la que he salido fortalecida. Cuando centras tus fuerzas en algo concreto, todo lo demás sale beneficiado. Ahora puedo mirar la complejidad de la vida con mayor seguridad y calma.
“Sin renunciar a la esperanza de que cada pequeño paso que siga haciendo, sin darme cuenta, pueda ser una fuente de inspiración para alguien más. Para otra mujer que sienta sobre su espalda toda la hostilidad y los obstáculos de un mundo pensado por y para hombres”
Hoy la VP se ha comprometido con respetar su intuición y sus procesos: “Dejar de sentir miedo a que mi voz se escuche. Lograr manifestar mis ideas. Ser fiel y congruente conmigo misma. Desarrollar habilidades que dejé que se durmieran en el camino. Y ser paciente.
“Y lo más importante: hacerle una casa del árbol a la ardilla”, concluye.