México nunca ha sido minimalista. Nuestra historia, nuestras calles y nuestros sabores lo gritan a todo color: vivimos rodeados de expresiones saturadas, contrastes audaces y mezclas que nunca temen al exceso. Mientras otras culturas apuestan por la sobriedad del “quiet luxury” o por la discreción de un beige impecable, nosotros hemos creado algo distinto: el Mexi-malismo.