El Activista de Recursos Humanos

 

Por Samuel Montañez, profesor de Finanzas de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad Panamericana

En años recientes, las ideas progresistas han cobrado gran relevancia en la cultura popular en occidente, particularmente en países como Estados Unidos. Esta tendencia es particularmente visible en las universidades, donde las ideas socialistas y comunistas han cobrado una gran popularidad entre los jóvenes universitarios, particularmente dentro de las ciencias sociales. El psicólogo social Jonathan Haidt apunta que, existen dos corrientes de pensamiento principales dentro de las principales universidades en el occidente actualmente. La primera es la visión liberal clásica de la educación que podría tener al filósofo John Stuart Mill como su principal ideólogo. Esta predica que la educación debe estar basada en la libertad fundamentada en el uso de la razón, la lógica, y la evidencia. Por otro lado, la segunda visión es la visión colectivista, que tiene en sus orígenes al filósofo Karl Marx, el padre del comunismo. Esta segunda visión pone a la igualdad como el valor máximo, por encima de la libertad y denota el uso de la lógica y la razón como herramientas de poder. Más allá de la influencia que estas ideas están teniendo en la vida pública en América, donde regímenes socialistas y comunistas se están instaurando, también están impactando de forma importante la vida empresarial.

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Imagen: Pixabay

Por ejemplo, recientemente Nike realizó una campaña publicitaria muy exitosa con el jugador de fútbol americano Colin Kaepernick. Kaepernick cobró notoriedad como activista político al arrodillarse durante el himno nacional como signo de reclamo ante la injusticia racial en los Estados Unidos. La campaña de Nike con el jugador fue muy exitosa y marcaría pauta para otras acciones similares en todo tipo de industrias, desde el cine hasta la moda. Incluso en finanzas, esto se ha popularizado con las inversiones ASG (con criterios Ambientales, Sociales y de Gobierno Corporativo). Por un lado, muchos directores generales en las empresas han encontrado oportunidades en esta tendencia con la inclusión del marketing social. Sin embargo, han perdido de vista en opinión del autor, que sus empresas se están transformando gradualmente en vehículos de activismo político. Más precisamente, activismo político de corte colectivista que tiende a atraer talento de las universidades que promueven estas ideologías. Las áreas de recursos humanos en particular se están transformado en algo que asemeja más a un partido político de corte socialista que a un área de desarrollo de talento. Estas distintas ideologías, con sus matices y correspondientes diferencias, en esencia son inherentemente anticapitalistas, están propositivamente en contra de la libre empresa, en contra de la meritocracia y de la competencia. Si esto parece una exageración, personalmente he presenciado múltiples veces que se les dice a los alumnos que “el capitalismo es un nuevo tipo de esclavismo” o que “el progreso económico es un mito”. Y esto dentro de las mejores universidades privadas en México.

¿Cuál es el problema? Que estos gremios tarde o temprano impulsarán políticas que actúen directamente en contra del propio senior management que dio pauta a estas propuestas para seguir con la tendencia actual. Por ejemplo, no tardarán en promoverse políticas que argumenten que los directivos de las empresas deberían ganar menos para distribuir su salario al resto de los trabajadores. Esto independientemente de si generan valor o no, porque en estas ideologías no existe tal cosa como la meritocracia. De la misma forma, impulsarán políticas que vayan en contra de la generación de valor para los accionistas porque en estas ideologías ellos son opresores de los trabajadores. Recordemos, en estas ideologías la generación de utilidades para los accionistas no es otra cosa que un robo para los trabajadores, el patrón le roba el “plusvalor” al trabajador.

En conclusión, muchos directivos tendrían que reconsiderar si están sacrificando el largo plazo a cambio de ganancias de corto plazo al convertir las áreas de desarrollo de talento y cultura organizacional en grupos de activismo político colectivistas y anticapitalistas. Sería equivalente a contratar como director de recursos humanos en Coca-Cola a un activista en contra de las bebidas azucaradas. Es difícil pensar que esto no destruirá valor para la empresa en el largo plazo.