“Procesos que espantan agencias”: la burocracia mata la creatividad
“Procesos que espantan agencias”: cuando la burocracia mata la creatividad
Por Fabiola Davó, CEO de Smile Pill
En un entorno donde la inmediatez manda, las grandes ideas escasean y la fidelidad entre marcas y agencias es cada vez más volátil, el verdadero problema no siempre está en la creatividad. Está en los procesos.

Más allá de los grandes conceptos y ejecuciones espectaculares, el verdadero reto está en los mecanismos de selección, licitación y presentación de propuestas. Procesos que, si bien nacen con la intención de ordenar y garantizar transparencia, muchas veces terminan alejando a las agencias que realmente podrían hacer la diferencia.
Hoy, tanto agencias como marcas enfrentan un dilema: ¿cómo generar relaciones estratégicas si el primer contacto se da bajo dinámicas que desgastan, frustran o simplemente no comunican lo esencial? Briefs ambiguos, retroalimentación escasa, solicitudes desproporcionadas para presupuestos reducidos o convocatorias masivas que impiden una conexión real, son algunos de los factores que dificultan el entendimiento mutuo.
Esto no se trata de culpas, sino de reconocer que el modelo necesita evolucionar. Porque del otro lado también hay realidades complejas: áreas de marketing que trabajan contra reloj, equipos de compras con procesos estandarizados y una presión constante por optimizar recursos. Nadie tiene la solución perfecta, pero lo que sí podemos construir es un nuevo punto medio.
Uno donde la personalización de propuestas no sea vista como un lujo, sino como una muestra de compromiso. Y sobre todo, uno donde la retroalimentación deje de ser opcional, porque en un proceso justo, todos aprenden, ganen o no.
En este contexto, la certificación de agencias cobra un valor estratégico. Iniciativas como las de la Asociación Mexicana de Agencias de Promociones AMAPRO, que impulsan estándares profesionales en el sector promocional, no sólo benefician a las agencias: también representan una herramienta clave para los clientes, que pueden así elegir con mayor confianza, sabiendo que están frente a equipos comprometidos con buenas prácticas, transparencia y calidad.
Certificar una agencia no es burocracia: es inversión. Significa que esa agencia entiende cómo trabajar en entornos complejos, cómo comunicar propuestas sólidas y cómo mantener relaciones de largo plazo. Y también eleva la vara para que los procesos del otro lado —los de selección, evaluación y seguimiento— se transformen en puentes, no en barreras.
Vale la pena detenerse a pensar cuántas grandes campañas nunca vieron la luz por quedar atrapadas en procesos mal diseñados. Ideas valiosas que no pasaron el filtro por no estar envueltas en el formato correcto, por falta de seguimiento, o simplemente porque no hubo tiempo de escuchar más allá de lo obvio. ¿Cuánto talento hemos dejado ir sin saberlo?
¿Qué pasaría si los procesos fueran una herramienta para descubrir, no para descartar? Si en lugar de agotar a las agencias, los procedimientos sirvieran para inspirarlas, motivarlas y empujarlas a dar su mejor versión. ¿Y si la experiencia de un pitch fuera tan enriquecedora que incluso los no seleccionados quisieran volver a intentarlo?
La profesionalización del marketing no es sólo una tarea para las agencias: es un camino compartido. Solo cuando ambas partes se comprometen a evolucionar los procesos, puede surgir algo más que una campaña: puede nacer una colaboración duradera, estratégica y profundamente creativa.