¿El amor entra por el estómago?
Las abuelas suelen decir que quienes atendían muy bien a su pareja con los alimentos, tendrían fidelidad para toda la vida, o como dice el dicho: “El amor entra por el estómago”. Si bien la sociedad ha cambiado y ahora las tareas de casa se dividen entre dos, Grupo Chantilly te invita a recordar que el momento de la mesa es de los pocos que generan la convivencia diaria en familia.
¿Cuál es la relación entre comida y felicidad? En realidad no se trata de ingerir alimentos esperando sonrisas por doquier, pero sí entender que un postre; por ejemplo, provoca sensaciones que nos pueden poner más susceptibles a estar llenos de gozo.
La dopamina es un neurotransmisor que sirve para generar placer. Ésta se debe generar de manera equilibrada para no desordenar pensamiento, conducta o percepción, y si bien se genera cuando haces ejercicio, también se procura con ciertos alimentos, muchos de ellos relacionados con el postre. Toma nota:
La manzana: una diaria subirá la hidratación, da cantidad adecuada de antioxidantes, funciona como diurético y contiene dopamina.
El plátano: Contiene algo llamado triptófano, que se convierte en serotonina, la cual junto a la dopamina te dará un estado de relajación.
El chocolate: Ayuda a disminuir la presión arterial y los riesgos de sufrir enfermedades del corazón, además de que ayuda a la liberación de dopamina.
El té verde: Estimula la dopamina, combate el envejecimiento, ayuda a la prevención de arrugas, fortalece los huesos y la memoria.
Los frutos rojos: Aportan grandes cantidades de dopamina, están cargados de antioxidantes, vitaminas B6, C y niacina, también ayudan a luchar contra los procesos inflamatorios del organismo.
Los alimentos ricos en calorías activan la zona del “circuito de recompensa” en el cerebro y una cantidad más elevada de liberación de dopamina y energía cuando se consumen. Lo importante es saber que debes elegirlos de manera balanceada.
“El amor es tan importante como la comida. Pero no alimenta”, escribió Gabriel García Márquez. Así que el equilibrio está en tener claro que compartir un buen postre puede fortificar no sólo el cuerpo, sino una relación amorosa con actividades como:
Confianza: Nada mejor que tener la libertad de elegir del menú lo que se quiera y disfrutarlo juntos.
Conversación: En ese momento solamente están en platillo y la pareja, un buen espacio para ponerse al día.
Planean y descubren: Cocinar juntos los hará conocer sus gustos, fortalezas y quizá dones y sazones que no se habían reconocido.
Solidez: Cuando se llega a la satisfacción en la mesa, bien se crean vínculos y recuerdos especiales. Incluso cuando alguno de los dos tenga que seguir un régimen especial, tendrán que aprender a compartir y ocuparse de los intereses y necesidades del otro.
Tiempo de calidad: Hacer un espacio para disfrutar de la mesa no es lo mismo que tener un momento para comer. Hagan de cada encuentro algo especial.