El tigre y la profecía que se autocumple
Por Adrián Villegas, profesor en Extensión Universitaria y Desarrollo Ejecutivo, ITAM, Consultor
"Si se atreven a hacer un fraude electoral, yo me voy a Palenque, y a ver quién va a amarrar al tigre, el que suelte el tigre que lo amarre, yo ya no voy a estar deteniendo a la gente luego de un fraude electoral, así de claro, yo por eso deseo con toda mi alma que las elecciones sean libres y limpias; y que decida el pueblo quién será el presidente." Durante una reunión ocurrida en Acapulco en los primeros días de marzo de este año, uno de los candidatos a la presidencia de México dijo lo arriba descrito.
De inmediato hubo quienes trajeron a colación la referencia al tigre que, se dice, hizo Porfirio Diaz cuando se iba al exilio en 1911. «Madero ha soltado al tigre, ahora veremos si puede controlarlo». En ese mismo año, unos cuantos meses después, Madero asumió la presidencia. El resto de la historia es conocido por todos. Metamos en este momento a Gabriel García Márquez y un relato narrado por él mismo hace muchos años.
“Imagínese un pueblo muy pequeño donde hay una señora vieja que tiene dos hijos, uno de diecisiete y una hija menor de catorce. Está sirviéndoles el desayuno a sus hijos y se le advierte una expresión muy preocupada. Los hijos le preguntan qué le pasa y ella responde: «No sé, pero he amanecido con el pensamiento de que algo muy grave va a suceder en este pueblo».”
Después siguen en rápida secuencia una serie de inusuales eventos en la localidad hasta que “Llega el momento en que todo el mundo en el pueblo está esperando que pase algo.” La narración prosigue con el desasosiego creciente de los pobladores ante eventos simples, cotidianos que perciben ahora como ominosos, hasta que “empiezan a desmantelar literalmente al pueblo. Huyen en pánico, como en éxodo de guerra, y en medio de ellos va la señora que tuvo el presagio clamando: «Yo lo dije, que algo muy grave iba a pasar».
Permítanme no introducir en este momento, las reflexiones de Thomas, Merton, Watzlawick al respecto del fenómeno psicosocial de una profecía que se autocumple. Ahora es momento de hacerle unas preguntas a usted, lector:
• Para usted ¿el tigre existe?
• Si existe, ¿de qué tamaño es?
• ¿Qué está haciendo en este momento el tigre?
• Si se suelta ¿qué realmente puede hacer?
Si ya las contestó, bien. Al final es su percepción la que cuenta; como lo fue la de los pobladores del relato de García Márquez. Ahí está la decisión del electorado. Cambio o continuidad. Cada elector tendrá que decidir qué prefiere, poniendo todo en contexto. Pero su decisión no debe ser como la de los pobladores del relato de García Márquez, dejándose llevar por signos ominosos de manera irreflexiva. La mejor manera de que no estemos ante un fenómeno social de profecía que se autocumple, me parece, es sencilla. Hay que ir a votar.