¿Estábamos mejor, cuando estábamos peor?

Por: Adrián Villegas

Las reflexiones sobre el humor social imperante en México y su conexión con la percepción de avance o retroceso del país continúan. Junto con ello siguen sumándose ante los ojos de la opinión pública
datos y más datos. Por un lado la figura presidencial declara en reciente entrevista publicada en La Jornada el 23 de mayo del año en curso que “los datos acreditan que hay más empleo que nunca. Todos
los indicadores hablan de que estamos avanzando.”

Pero por otro lado el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social publica en su serie Tendencias Económicas y Sociales de Corto Plazo.6 Particularmente en sus resultados nacionales de febrero de este año, que el Índice de la Tendencia Laboral de la Pobreza (ITLP), el cual es una métrica que muestra la tendencia de la proporción de personas que no pueden adquirir la canasta alimentaria con el ingreso de su trabajo, ha venido creciendo.

(Figura 1. Comparando el cuarto trimestre de 2015 respecto al primer trimestre de 2010 ha crecido en poco más del 15%). Pero en este mismo informe se aprecia que el Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE), el cual permite conocer y seguir la evolución del sector real de la economía en el corto plazo, tiene una clara tendencia de crecimiento (Figura 2. Comparando el mes de diciembre de 2015 con el mes de enero de 2005 se aprecia un incremento de casi 30 puntos). Ambas métricas indican crecimiento, pero una de ellas habla de crecimiento en la precarización del ingreso por
el trabajo realizado y la otra habla de crecimiento de la actividad económica del país. ¿Contradictorias? No. Simplemente datos que apuntan hacia el fenómeno de países que fortalecen sus economías
pero a la vez aumentan las desigualdades sociales entre sus ciudadanos. Vale la pena revisar el texto de Joseph E. Stiglitz sobre el problema del 1 por ciento que aparece en su libro La Gran Brecha.
Para abonar aún más a las métricas que aparecen constantemente en México hay que tomar en cuenta lo que diferentes empresas privadas dedicadas a “pulsar” sistemáticamente la opinión pública
están comunicando respecto a una variable de percepción de uso generalizado en nuestro país desde hace muchos años: La aprobación del desempeño del presidente en turno. Buendía & Laredo presenta
datos que muestran un descenso de febrero de 2013 a marzo de 2016 de 24 puntos porcentuales en el “aprueba mucho/algo”, ya que pasó de 56% a 32%, siendo este porcentaje el más bajo en su serie.7
GEA-ISA presenta un panorama parecido puesto que en su serie histórica muestra que en el primer trimestre de 2013 la aprobación del desempeño del presidente era de 55% y para el primer trimestre de este año es de 44%; una disminución de 11 puntos porcentuales, aunque en su serie este último valor no ha sido el más bajo, el cual fue de 36% durante el tercer trimestre de 2015.8 Luego entonces ¿México avanza o no avanza?, por un lado hay métricas “duras” que confirman el avance, pero por otro hay métricas “perceptuales” que no lo confirman. Ya en la entrega anterior se mencionaba que el reto es ver a ambas métricas como complementarias y no como contradictorias. Para ello hay que “hurgar” con mayor profundidad en lo “que sienten los mexicanos y explicar lo que causa dicho sentimiento”.

Hay explicaciones parciales que abonan en el sentido de que en tanto la mayoría de los mexicanos no sientan alivio en su economía personal y certeza en su seguridad física no habrá mejoría en el humor social y que, peor aún, este mal humor traducido en el enojo creciente de una sociedad descontenta puede abrir la puerta a escenarios no deseables para la consolidación de la democracia mexicana.
También hay comentarios que abonan en el sentido de que el desencanto se ve magnificado a través de las redes sociales a través de las cuales se transmiten opiniones que no necesariamente están sólidamente fundamentadas. Enrique Krauze dice de las redes sociales que son un “juez ubicuo e implacable, aunque no siempre de fiar”.9

Otros comentan como explicación a este “mal humor social” el desencanto con la promesa que encerró para muchos la llamada transición democrática de México, la esperanza de que en el país se iba a arreglar todo con su simple advenimiento, pero que a la vuelta de cinco lustros los cambios anhelados no se materializan, que la corrupción y la impunidad continúan, con rostros y formas diferentes,
pero que siguen presentes. También se menciona de una manera u otra que existe una desmemoria en la sociedad que no recuerda etapas anteriores de la vida de México con alta inestabilidad económica,
con escasa libertad de expresión y con nula competencia electoral. Desmemoria que menosprecia lo actualmente alcanzado. Seguramente todo lo anterior contribuye en menor o mayor medida a que muchos
mexicanos se sientan “malhumorados”. Ya veremos muy pronto si una manifestación del tamaño del “mal humor” se patentiza en los comicios de junio de este año. ¿Habrá un voto claro de castigo y con ello cambios de partidos gobernantes?, ¿se incrementará notoriamente el abstencionismo? Pronto tendremos respuestas.

 

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