Santuario de Nacelagua: un tesoro cultural en el bosque de Lerma, Estado de México
Enclavado en lo más profundo del bosque de la localidad de Santa María Atarasquillo, en el municipio de Lerma, Estado de México, se erige el majestuoso Santuario de Nacelagua. Este espacio sagrado, dedicado a la vida interior y a la veneración de la Virgen de los Remedios de Nacelagua, es un testimonio vivo de sincretismo religioso y un punto de encuentro para peregrinos y devotos.
La historia que rodea al santuario se remonta a antiguas creencias otomíes que sostienen que la Virgen María apareció en este lugar, donde solía brotar un manantial. Diseñado y construido en colaboración con la Asociación del Divino Rostro Otomí de Atarasquillo, el santuario presenta una arquitectura simbólica: un domo de media luna que representa a la Virgen de los Remedios, un anillo que simboliza la Corona del Divino Rostro y doce columnas, una por cada lugar sagrado, donde los fieles acuden a buscar salud y fertilidad.
El aspecto visual del santuario cobra vida a través del mural realizado por el artista plástico Mauricio Tello, quien describe su obra como una ventana hacia otra percepción, un espejo que transporta a otra realidad. Este mural no sólo refleja la cosmovisión e ideología otomí, sino que también se convierte en un registro cultural, fusionando pasado y futuro.
Más allá de su significado espiritual y cultural, el Santuario de Nacelagua también representa un compromiso con el cuidado del entorno natural. Forma parte de la Reserva Santa Fe, un proyecto inmobiliario que busca la adaptabilidad y la armonía entre el desarrollo urbano y el ecosistema. En un país como México, rico en recursos naturales e historia, este santuario se erige como un recordatorio de la importancia de repensar la relación entre las construcciones humanas y el entorno natural que las rodea.
El Santuario de Nacelagua es mucho más que un lugar de veneración religiosa; es un punto de encuentro entre lo divino y lo terrenal, entre la historia y el futuro, entre la naturaleza y la cultura. Es un testimonio vivo del legado de las comunidades originarias y un símbolo de respeto y cuidado hacia nuestro patrimonio natural y cultural.