Quitemos al líder del pedestal

Por Guido Von Der Walde head of development y socio de D14S

Cuando hablamos de un líder, generalmente imaginamos a esa figura intocable en la cima de una pirámide, dando órdenes y tomando decisiones desde su torre de marfil. Tenemos la mala costumbre, por no decir la cultura arraigada, de asumir que los líderes son aquellos profesionales con los títulos más rimbombantes, los sueldos más altos y las oficinas más grandes (si es que aún tienen oficina).

¿Y cómo llegaron ahí? Generalmente algún día alguien reconoció en su persona a un buen ejecutor y, para no perderlo, le fue subiendo el sueldo hasta que, sin darse cuenta, lo empujó a la banda salarial de Supervisor, Director, VP, Chief o decenas de etcéteras, le entregó su tarjeta de presentación con el nuevo cargo y se acabó el asunto. En este viaje vertical desenfrenado que todo el mundo busca afanosamente para progresar en su carrera, es raro que tanto el empleado como el empleador se detengan a pensar si ese brillante especialista tenía las habilidades necesarias para liderar o, al menos, si le interesaba seguir ese camino que implica responsabilidades y habilidades totalmente diferentes. Solo lo pusimos ahí.

 

Guido Von Der Walde
Cortesía

 

Pero, por gusto u obligación, esta idea se está desvaneciendo. El mundo actual clama por un liderazgo que no sea una posición en el organigrama, sino un rol dentro de un equipo. En lugar de un Director que lo sabe todo y se apropia de las decisiones, el líder moderno es un catalizador: está ahí para apoyar, guiar y, sobre todo, facilitar el trabajo de las personas que lidera. No se trata de ser el que más gana o el que más privilegios goza, sino el pegamento que mantiene al equipo unido y funcionando como una máquina bien aceitada.

Imagina por un momento un equipo de trabajo que no se visualice como una pirámide, sino como una línea horizontal. En este ente igualitario, el líder no está arriba ni abajo, sino a un lado del equipo, como uno más, apropiándose y asignando responsabilidades y decisiones según convenga, en lugar de delegando desde las alturas. En este equipo no hay necesidad de pasar por varios niveles jerárquicos para tomar una decisión; simplemente se colabora y se avanza. Cualquiera puede ganar más que otro, pero no depende de su cargo sino de qué tan buenos sean en su rol y cuánto valor aporten.

Obviamente, en este contexto no-jerárquico, el líder debe tener habilidades específicas que no incluyen saber hacer las cosas mejor que su equipo. Se trata de tener una comunicación efectiva, empatía, capacidad de resolución de conflictos y, sobre todo, la habilidad de dejar de lado el ego y permitir que los expertos en cada disciplina brillen.

Suena difícil, y lo es, porque venimos de trabajar con una cultura diferente por mucho tiempo. Pero créeme que vale la pena pasar por esa micro-lobotomía. Más aún en nuestra querida industria del marketing, donde la creatividad y la agilidad son esenciales. Adoptar este modelo puede ser especialmente beneficioso porque permite que los equipos puedan trabajar de manera más cohesionada, rápida y efectiva, respondiendo mejor a las necesidades de los clientes y adaptándose a escenarios de constante cambio.

Esto no lo digo yo, son cuantiosos los estudios que sustentan que los equipos con estructuras horizontales tienden a ser más innovadores y productivos porque, en vez de depender únicamente de la experiencia y el conocimiento de su líder, cuando todos tienen voz y voto, las mejores ideas surgen de cualquier lugar, incluso del becario que apenas lleva una semana en el equipo. Y lo que más necesitamos hoy es resolver los problemas más diversos desde diferentes perspectivas.

La verdadera fuerza de las organizaciones está en la capacidad de todos sus miembros para contribuir, colaborar y crecer juntos. El liderazgo no-jerárquico no solo es más humano, sino que es el futuro del trabajo en un mundo cada vez más conectado y complejo.

Así que, la próxima vez que pienses en un líder, olvídate del trono y empieza a imaginarlo en una mesa redonda, donde todos tienen su lugar. El liderazgo efectivo ya no se trata de quién está en la cima, sino de cómo todos en el equipo pueden alcanzar su máximo potencial juntos, aportando cada uno desde lo que sabe y le toca hacer.

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