Estereotipos y estigmas de género también impactan en las dinámicas comerciales y de preservación
Los estereotipos y estigmas de género también impactan en las dinámicas comerciales y de preservación del bordado en Yucatán, que cuenta con 38 diferentes tipos de puntada de las casi 300 registradas en el mundo, como el xmanikté o xmanikbe’en que es endémico y se presenta únicamente en la zona.
Julio Cab Cahuich, bordador con más de 15 años de experiencia y director de Cultura del Municipio de Teabo, comparte que buscó empleo a sus 17 años para apoyar a sostener a su familia, su madre y cuatro hermanos menores, cuando su padre enfermó por la picadura de una víbora de cascabel y quedó postrado en hamaca.
El trabajo se aprende y se fortalece con la práctica, pero no lo contrataban como albañil, para cuidar del ganado o del campo, por su edad y por considerar que no tenía la fuerza física necesaria, por lo que su madre le ofreció aprender el xokbil chuuy (hilo contado o punto de cruz) y el doble punto, e inició con el bordado en la clandestinidad, a puerta cerrada, por considerarse una práctica de mujeres. “Mucha gente que venía a comprar sabía que era bordado por un muchacho, pero jamás conocieron al muchacho”, compartió.
En contraste, Candi o Cándida Jiménez, artesana del municipio de Maní e integrante de la colectiva U Najil Chuy (La casa del bordado), dice que sus hermanos llegan a sumarse al planchado de los bordados y prendas que realizan. Al decir que cerrará la puerta, le dijo uno de ellos en una ocasión: “abre la puerta para que la muchacha que vea voltee y mejor diga: me voy a casar con ese muchacho”. A lo que Candi responde: “Si tú quieres que se abran las puertas, las puertas se abren”.
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Sin embargo, el relato contiene una cara oculta que vuelve a posicionar un tipo de masculinidad como la normativa. Julio comenta que era común que los hombres bordadores fueran señalados como homosexuales, debido a que realizaban una labor considerada únicamente para las mujeres, e igualmente como estigma y con una carga de discriminación contra la diversidad sexual.
El artesano compartió que, el señalar a un hombre como homosexual, es utilizado como herramienta para demeritar el trabajo de un competidor, como guerrilla comercial para reducir sus posibilidades de venta o de promoción. Estos sesgos también deben ser abordados y erradicados para lograr una verdadera inclusión que además impulsa un entorno de competencia económica justa y minimiza los daños a la economía de, incluso, toda una comunidad.
Por el contrario, Francisco Canche Pat, bordador de Kimbilá, en Izamal, comenta que el bordado se realiza tanto por hombres como por mujeres. Cuenta que él aprendió por una tía, pero que igualmente otro tío y su padre bordan. Por ello, considera que los obstáculos o prejuicios por cuestiones de género se deben a mentalidades anquilosadas que deben transformarse pues, dice: “el trabajo no tiene sexo”.
El bordado maya-yucateco se realiza desde la época prehispánica y recientemente se declaró Patrimonio Cultural Inmaterial a nivel estatal por el Congreso del Estado de Yucatán, el 18 de mayo de 2024. Candi señala que las bordadoras se sienten más seguras y protegidas pues han encontrado un respaldo mediante las acciones de la UNESCO en México que han sido posibles con el financiamiento de la Fundación Banorte. Sin embargo, es necesaria la continuidad de mecanismos que garanticen su salvaguardia y promoción, lo cual requiere también de una perspectiva de género integral. “Se nos está quitando el miedo”, dice Candi.
Como parte del proyecto de Desarrollo económico y social con perspectiva de género mediante el arte textil se vinculan las perspectivas y la implementación internacional de programas como la Prioridad de la UNESCO de la Equidad de Género, el Patrimonio Cultural Inmaterial del Sector de Cultura, y MenTalities (mentalidades masculinas) del Sector de Ciencias Sociales y Humanas.