Cuando la velocidad lo es todo…

Por Julio César Briseño Cruz, CEO de Cénit, consultoría empresarial y banca de desarrollo.

El tiempo de respuesta ante una crisis impacta las medidas de recuperación que impulsa una empresa y el periodo de tiempo en el que podrá prosperar.

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En general las empresas de diversos sectores económicos demoran de tres a tres meses y medio en generar una respuesta ante la crisis. El lapso de tiempo en que tardan en hacerlo está vinculado a su estructura. Así, las compañías con organigramas más planos u horizontales, son las que presentan más rapidez de respuesta.

La recuperación, en tanto, demora un promedio de  seis meses mientras la prosperidad suele prolongarse por diez meses más.

Sin embargo, la mayoría de las empresas “se estanca” en la recuperación. El estancamiento  obnubila a las compañías y centran todas sus operaciones y recursos en el día a día. Asumen que es una condición permanente.

Ahora, en todas las empresas existe una constante: entre más demora una compañía en responder ante una crisis, más prolongará las fases subsiguientes.

¿Qué permite mayor agilidad empresarial? Poseer estructuras de costos flexibles que permitan responder rápidamente a los cambios en la demanda de los consumidores,  satisfacer el aumento de la demanda o de las oportunidades de ventas y la  liquidez o crédito para garantizar la continuidad del negocio.

Sabemos que los principales desafíos externos a los que se enfrentan las empresas incluyen una caída de la demanda de los consumidores y cambios en su comportamiento, vulnerabilidades de seguridad cibernética y los desafíos de la cadena de suministro.

Para contrarrestar tales condiciones de cambios continuos y abruptos de mercado, más del 60% de los líderes empresariales optan por la automatización /digitalización de bienes y servicios. Consideran que es el factor que les permitirá lograr el crecimiento de la productividad y ganar agilidad en las operaciones y sus modelos operativos. Las empresas quieren poder utilizar la automatización para hacer crecer los mercados, y desarrollar nuevos productos y servicios.

Más allá de la automatización, las prioridades de transformación variaron según la región y la etapa de recuperación en la que se encontraban, a través de acciones como la reducción de costos, fusiones y adquisiciones y la revisión de procesos de negocio o cadenas de suministro.

Ante esto se requieren recursos de transformación empresarial y la autofinanciación es más fácil que buscar fuentes de financiación externas, pues tales transformaciones pueden consumir muchos recursos. Si se financia internamente, en cambio, las posibilidades de éxito y el retorno de la inversión en las transformaciones son cada vez más altas.

Cuando las empresas se vieron afectadas por primera vez por la pandemia, su necesidad inicial era de liquidez, crédito y efectivo para poder pagar sus cuentas. La perspectiva hoy es diferente. La transformación autofinanciada consiste esencialmente en ahorrar dinero en una parte del negocio para reinvertirse en otro lugar que podría tener más valor.

Ante esto, las empresas comenzarán a diseñar modelos de negocio más ágiles y  más flexibles para que puedan responder a entornos inciertos. Esto es, en resumen, la enseñanza que la pandemia nos legó: La velocidad lo es todo.

Esto implica generar modelos operativos con alimentación digital. El énfasis en la agilidad y flexibilidad: La pandemia ha dado el impulso para que las empresas sean más flexibles.  La computación en la nube, por ejemplo, puede ayudar a las empresas a lograr estructuras de costos más flexibles al hacer que los costos de la tecnología de la información sean más variables. Asimismo, se volverán a redescubrir las ventajas de las operaciones nacionales sobre las internacionales en las cadenas de suministro.

Cuando la velocidad lo es todo, regresará el énfasis en la planificación y la previsión empresarial, pues de alguna manera debemos saber que las crisis no se irán cuando se haya controlado la pandemia mundial del Covid-19 en el mundo.