Consumidores post crisis

Por Sharahí Zamudio, investigadora de temas de liderazgo y directora general de Licuadora, firma de soluciones de comunicación integral

La crisis en los mercados bursátiles modifica radicalmente los patrones de consumo a nivel mundial en todas las categorías de productos y servicios. Si existe una palabra que defina el nuevo comportamiento a la hora de comprar bienes y servicios es la cautela, que se instauró para quedarse al menos hasta que finalice la recesión en los mercados.

Mesura

Aparece un nuevo paradigma entre los consumidores: una inusual mesura que deprime las categorías de lujo y el irracional “me lo merezco” en el que se sustentaban las compras de estas categorías de productos.

Se prevé, incluso, que el consumidor volverá a gastar, pero no a los niveles frenéticos que caracterizaron los primeros años del 2000 donde predominó el crédito fácil.

En este momento emerge un consumidor más frugal que no abandonará esa actitud incluso después de que se estabilice la economía. El mundo supo, de golpe y de una manera tajante, que son los mercados financieros y las consecuencias del uso abusivo del crédito personal. Hoy todos tenemos nociones del coste del dinero prestado.

La crisis mostró que hay alternativas más baratas con poca pérdida real de calidad o satisfacción en comestibles, artículos de belleza e higiene personal, educación, diversión y otros productos y servicios.

En gran parte, esto se debió a que se frenó la expansión del crédito. Ante esto, el consumidor evaluó más racionalmente qué compra y qué obtiene por su dinero. Se rompió el ciclo de consumo ostentoso en el que todos querían lo más nuevo, lo más moderno, lo mejor.

La “mentalidad insensata” desaparece. El consumidor quiere pagar sólo por cosas que necesita, o por productos de valor realmente extraordinario. Volvemos a una época más simple, donde sólo se compra lo que se necesita.

La reacción psicológica al derrumbe de las finanzas varía según la edad y el monto de las percepciones que se tienen. Sin embargo, existe una depresión generalizada y acentuada por fenómenos como el COVID-19.

En general, se tiene una percepción sombría que se traduce en los mercados domésticos y en la manera en la que gastamos. A excepción de las primeras fases de la pandemia, cuando los consumidores de las economías emergentes realizaron compras de pánico, finalmente aparece el sosiego y desaparecerá el hábito de comprar y comprar hasta acumular infinidad de cosas. Teníamos demasiado de todo. La pregunta que surge ahora es: ¿era esto necesario?