Las lecciones de los sismos de 1985 y 2017
Desde el terremoto de 1985 que devastó a una parte de CDMX, de magnitud 8-1, murieron más de 12 000 personas y se registraron daños en cientos de casas y edificios. Muchas de las víctimas fueron rescatadas por brigadas de ciudadanos que se organizaron voluntariamente para remover los escombros.
En esos primeros días las autoridades permanecieron virtualmente ausentes. Las revelaciones desencadenaron modificaciones en los reglamentos de construcción no sólo en CDMX, sino en el resto del país.
Muchos pensaron que esta clase de problemas no se repetirían. Pero ocurrieron de nuevo.
El 19 de septiembre de 2017 sufrimos un sismo de magnitud 7.1 que sacudió la ciudad y provocó el derrumbe de varios edificios y casas, provocando la muerte de 369 personas en el centro del país, que evidenció lecciones no aprendidas, o que se olvidaron en poco tiempo.
Desde que ocurrió el terremoto, se han escuchado frecuentes las denuncias sobre edificios mal construidos, y que se desplomaron o sufrieron daños irreparables. La corrupción y negligencia acabaron con vidas y patrimonio.
Las investigaciones posteriores revelaron una serie de irregularidades que explicaron los daños a inmuebles y la muerte de decenas de personas. Como el que, en la mayoría de los casos se utilizaran materiales de baja calidad para las edificaciones, y en otros se realizaran modificaciones que afectaron la estructura de los inmuebles.
Hay investigaciones de desvío de recursos destinados a atender a damnificados hacia las campañas políticas. Se evidenciaron documentos con indicios de corrupción de funcionarios locales, quienes autorizaron las irregularidades, y no escucharon las denuncias de los vecinos.
De los MN$14 millardos asignados (US$738 millones) cerca de la mitad MN$5.3 millardos, (unos US$279 millones), se usó irregularmente, para comprar tabletas electrónicas, juguetes y regalos por el Día de las Madres, previo al proceso electoral.
Las lecciones de los sismos de 1985 y 2017
Los sismos de 1985 y 2017 en México dejaron lecciones importantes, como la importancia de los sensores de alertamiento, dispositivos que detectan movimientos sísmicos y avisan a la población sobre un posible terremoto.
Los instrumentos para medir sismos, los sismógrafos, están compuestos por un sismómetro y un sistema de registro. El sismómetro es la parte que detecta el movimiento del suelo, mientras que el sistema de registro amplifica y registra los sismos.
El funcionamiento de los sismógrafos se basa en la inercia de los cuerpos, es decir, una masa suspendida por un resorte que permanece en reposo por un momento en comparación con el movimiento del suelo.
Para medir los sismos, el Servicio Sismológico Nacional (SSN) cuenta con una red de sismómetros de banda ancha. Esta red está compuesta por 60 sismómetros en estaciones permanentes repartidas por todo el país.
Los datos obtenidos por los sismómetros se envían al SSN a través de enlaces vía satélite, líneas telefónicas y conexiones por internet. Con estos datos se puede conocer la magnitud, profundidad, latitud y longitud del hipocentro, que es el punto de la Tierra donde inicia el sismo.
El antes y después de los movimientos telúricos
Raúl Valenzuela Wong investigador del Departamento de Sismología del Instituto de Geofísica de la UNAM, a propósito de los movimientos telúricos ocurridos hace 39 y siete años, respectivamente, señaló en UNAM Global, que la ocurrencia de estos fenómenos en México no es tan frecuente como en otras latitudes, aunque quizá sea más habitual de lo que quisiéramos.
Para el experto las acciones a implementar en materia social, académica y de política pública deben estar más enfocadas “a la prevención que a la predicción, es imperativo saber cómo podemos garantizar que nuestras viviendas y construcciones estén bien hechas”.
Se ha avanzado en los reglamentos de construcción y debemos cumplir con ello para estar mejor preparados en la ocurrencia de un próximo fenómeno de esta naturaleza, lo que representa, sin duda, una problemática que también es de tipo económico y social, por los costos para edificar los inmuebles de mejor manera.
Graduado en el Departamento de Ciencias Planetarias y de la Tierra de la Universidad de Washington, Valenzuela menciona que continúan las lecciones y las enseñanzas, aun cuando estamos mejor preparados en ciertos aspectos, claramente nos queda camino por andar. Quizás existen edificios viejos que no han sido reforzados, o que no dan cumplimiento con los estándares más actuales de construcción y alerta.
Los movimientos telúricos
El sismo de 2017, de 8.2, sucedió dentro de una sola placa tectónica, dentro de la Placa de Cocos que se halla por debajo de la Placa de América del Norte, y ocurrió en un ambiente tectónico de extensión, indicó el experto.
Valenzuela refiere que los movimientos telúricos se producen a 10, 15, 50 o más kilómetros de profundidad, donde realmente se tienen pocas posibilidades de efectuar una medición antes de que se produzcan.
Los sismómetros son los instrumentos con los que registramos dichos temblores, -pero una vez que ya ocurrieron-, por lo que es muy difícil emprender observaciones de la Tierra desde su interior y que esto nos anticipe que pueda ocurrir uno.
“..Si sabemos que en cierta parte del mundo o del país se produjo un temblor de cierta magnitud, podemos esperar que, transcurrido un cierto tiempo por la forma en que se acumula la energía, por la forma en que se mueven las placas tectónicas, pudiera producirse otro de la misma magnitud en esa zona”, dijo.
Dependiendo de la región, el número de años que deben pasar es variable; en unas zonas el lapso puede ser más corto.
Después de un sismo, es importante:
Revisar la casa
Utilizar el teléfono solo en caso de emergencia
No encender cerillos o velas hasta asegurarse que no hay fuga de gas
Mantenerse informado y atender las recomendaciones de las autoridades
Recordar que pueden presentarse réplicas.
